jueves, 12 de agosto de 2010


Como una oveja más en el rebaño. Conseguí camuflarme entre todos cubriéndome con blancas mantas tejidas de engaños y ficciones. Solo en la soledad me despojaba de esos harapos de mentiras y dejaba al descubierto quien era.
La oveja negra.

Tuve tanto tiempo la boca llena de sangre.. pero nunca tuve el valor de usar esa rabia a mi favor. Simplemente, dejaba que me consumiera lentamente.
Que me arrastrara un poco más hacia un infierno privado e invisible para los demás.

Yo solo me mordía una vez tras otra los labios cuando la gente me confesaba sus sospechas sobre mi vida. Razonaba, convencía y sonreía negando. Nunca me salía de mis casillas. Siempre mantenía esa calma que tranquilizo a todos durante tantos años. Porque era una más del rebaño. Obediente y perfecta. Formaba parte una élite donde no se permiten fallos. Y yo, mi persona en si era el mayor error que nunca habrían visto sus viperinos ojos.


“A las ovejas negras se las sacrifica”

Era lo único que oía salir de la boca de mi padre. Una repetición constante y cansina, imposible de ignorar.
Y me lo repetí tantas veces a mí misma.. Me convencí de que estaba podrida en mi interior, de que no valía nada sin mi apariencia exterior. Y empecé a auto-consumirme a un ritmo vertiginoso. Lo más rápido posible. Me estaba auto-sacrificando.

Porqué era la puta oveja negra y solo tenía un destino.

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